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EXTINCIÓN DE ESPECIES. La nacra y la foca monje en la bahía de Altea

Quality and environmental

Un artículo de Carlos Úbeda, Biólogo de Verd Consultoría, sobre las expecies extinguidas en la Bahía de Altea.


Carlos Ubeda

Biólogo de Verd Consultoría

 

Las civilizaciones humanas asentadas en territorios mediterráneos han aprovechado, de una forma u otra, los recursos que este mar ofrecía. Este aprovechamiento se iba sofisticando conforme las civilizaciones avanzaban en materias tecnológicas y de progreso. Esto unido al crecimiento demográfico exponencial, la sobreexplotación y el uso de recursos a través de métodos destructivos, han llevado al mar Mediterráneo a una situación comprometida.

En la Bahía de Altea los vertidos y aguas residuales, las extracciones de sustrato para la regeneración de playas, la instalación de granjas de cultivo de peces, la presión urbanística y turística de las costas durante las últimas décadas, las artes de pesca poco sostenibles y muy destructivas; son algunas de las causas de esta disminución del valor ambiental y de sus impactos a las comunidades biológicas.

 

UNA JOYA LOCAL

Los ambientes marinos suelen ser menos conocidos por la sociedad en general, sin embargo, la Bahía de Altea y sus alrededores cuenta con una diversidad biológica de gran interés, muchas veces incluso más rica que los ambientes terrestres.

Encontramos extensas praderas de Posidonia ocenanica y Cymodocea nodosa, que a veces aparecen formando cubiertas mixtas. Para la fauna, estas praderas ofrecen un lugar donde alimentarse, donde refugiarse, donde relacionarse; y contribuyen a la maduración y estructuración de los fondos. Además, gracias a sus rizomas facilitan el asentamiento del sedimento y evitan la erosión. Así pues, las comunidades que viven en las praderas de Posidonia oceánica se consideran como las más importantes y valiosas del Mediterráneo, estando protegida a nivel europeo (especie de flora estrictamente protegida según el Anexo I de la Convención de Berna; y hábitat prioritario de acuerdo a la Directiva de hábitats 97/62/CE).

Hoy en día estos ecosistemas se encuentran en retroceso y muy degradados. Somos responsables de los desequilibrios ecológicos producidos y no sería la primera vez que llevásemos a una especie al borde de la extinción.

 

EL CASO DE LA FOCA MONJE (Monachus monachus)

Un ejemplo notorio de cómo el ser humano ha influido en la desaparición local de una especie, es el caso de la foca monje mediterránea.

Hasta finales del siglo IXX, este pinnípedo se distribuía por todo el mediterráneo. En el mediterráneo español era una especie frecuente de norte a sur. Usaba islas, playas, bancos de arena y lugares inaccesibles del continente para reproducirse y realizar el cuidado de sus crías. Durante el siglo XX, esta especie acusó un descenso en sus poblaciones, y actualmente solamente sobreviven poblaciones pequeñas y aisladas.

Las causas de esta regresión son diversas, siendo muy significativa la persecución que esta especie tuvo  por parte del ser humano al considerarla alimaña, un término muy extendido entre gran parte de nuestra fauna tanto marina como terrestre que se interpuso entre intereses cinegéticos y económicos. Las focas perseguían los barcos pesqueros para alimentarse de los peces capturados por las redes, dañando muchas veces estas redes y siendo esta una causa significativa de su persecución y muerte durante tantos años.

La presión urbanística y turística también supuso un factor clave, ya que a mayor urbanización en el litoral, mayor superficie de hábitat potencial de la especie se iba destruyendo.

La sobrepesca, que competía con las focas por sus recursos alimenticios, las capturas (accidentales y no accidentales) en las redes de pesca, la contaminación de las aguas y finalmente el aislamiento de sus poblaciones empobreciendo su genética; son otras de las causas de su declive.

Debido a la persecución, se vieron obligadas a abandonar las playas y buscar cuevas en acantilados y zonas inaccesibles donde poder criar.

Los últimos registros de reproducción en el mediterráneo español, se tienen de Altea (1951) y en las Islas Baleares (1958). En Altea se capturó un ejemplar joven en el Faro del Albir que estaba en compañía de un adulto. Esta cría fue matada por unos pescadores, y el ejemplar adulto consiguió escapar.

Hoy en día, se tienen pocos avistamientos en nuestras costas mediterráneas; y los pocos que hay es más que posible que vengan de la población del norte de África .

Su recuperación parece ser difícilmente alcanzable en las costas españolas, ya que las amenazas que la llevaron al estado actual siguen existiendo. Sus hábitats continúan degradados o inaccesibles para la especie, la contaminación de las aguas del Mediterráneo es más que evidente y sus presas base de su alimentación están a su vez en regresión .

 

 

APRENDER DE LOS ERRORES

Más recientemente es por todos conocido el estado de un bivalvo endémico del mar mediterráneo, la nacra (Pinna nobilis), un espectacular molusco que puede alcanzar los 120 cm de longitud ​y vivir más de 20 años. Este molusco está muy asociado a las praderas de fanerógamas como Posidonia oceánica o Cymodocea nososa.

Parece ser que un  protozoo parásito es el responsable de la situación tan crítica por la que está pasando la nacra en el mediterráneo occidental. Su acción es tan súbita que ha hecho desaparecer poblaciones enteras.

Sin embargo, antes de este acontecimiento, existían diferentes impactos que desestabilizaron a las poblaciones de este gigante molusco. Entre ellas, la pesca de arrastre, recolección para la venta de sus conchas, el fondeo de embarcaciones, contaminación de las aguas, dragados y otras obras costeras.

Por lo tanto, aunque la acción del protozoo es fulminante, claro está que algo no estábamos haciendo bien antes de su aparición.

Se trata de un caso muy diferente al de la desaparición de la foca monje, pero el trasfondo es el mismo. Y para comprender la situación actual, la fauna y la flora autóctona de nuestras aguas son bioindicadores fiables.

Las praderas de Posidonia oceánica, están parcialmente degradadas por actividades pesqueras invasivas como la pesca de arrastre ilegal.

Debemos ser conscientes de que nuestras actividades y acciones tienen una repercusión en el medio. Por lo tanto aprender de los errores del pasado con otras especies, es imprescindible para poder empezar a mejoras el estado de nuestras aguas y ecosistemas marinos. No cabe duda de que para que una especie amenazada empiece a resurgir, es necesario la eliminación de sus amenazas y muchas de ellas son factores comunes a la situación de muchas especies.

Probablemente no consigamos que la foca monje vuelva a nuestra bahía, pero este acto de autocrítica será el primer paso para poner en práctica todas las acciones de gestión derivadas de estudios científicos que alertan del estado y calidad del mar Mediterráneo.

 


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