Alfonso Yébenes
Geólogo
Nuestra sociedad tiene una enorme dependencia de todo tipo de materias primas minerales (p.ej., el coltán de los móviles) y recursos energéticos (como petróleo, gas o uranio). Por otra parte, ciertos fenómenos geológicos catastróficos (terremotos y tsunamis, erupciones volcánicas, deslizamientos y coladas de fango…), provocan todos los años miles de muertos y grandes pérdidas económicas. A pesar de ello, la geología es una de las ciencias peor conocidas por el público en general y la gran olvidada por los medios de comunicación.
En la bahía de Altea y su entorno disponemos de lugares de gran interés geológico, verdaderas joyas naturales, cuya “visibilización” permitiría ampliar el nivel de conocimientos geológicos de sus habitantes y de los numerosos turistas que visitan la región.
Quizá uno de los factores que más dificulta la comprensión de la geología sea la enorme diferencia existente entre las escalas temporales humana y geológica; no olvidemos que la noción de tiempo profundo es una de las mayores aportaciones que ha hecho la geología a la ciencia. Para facilitar la comprensión, describiré alguno de los lugares de interés geológico de la bahía siguiendo un orden cronológico de menor a mayor antigüedad. Espero que, con altas dosis de imaginación, los lectores puedan acompañarme en este pequeño pero fascinante viaje a través del tiempo recorriendo algunos hitos de la historia geológica de la región de Altea.
Hace 80.000 años dunas eólicas trepaban por el acantilado de Serra Gelada
Los taludes del frente acantilado de la Serra Gelada se encuentran cubiertos por importantes volúmenes de eolianitas (areniscas calcáreas) que, bajo la acción del viento, comenzaron a depositarse allí hace unos 80.000 años. Las espectaculares laminaciones cruzadas que muestran las eolianitas revelan que fueron transportadas y depositadas como dunas eólicas.
Pero estas dunas son muy peculiares ya que tuvieron que ascender por la elevada pendiente del talud de la Serra y de ahí su nombre de dunas trepadoras. Por su volumen (unos 16 millones de m3) y por la altura que alcanza (más de 200 m sobre el nivel actual del mar), el depósito de dunas trepadoras de la Serra Gelada probablemente sea el más importante del mundo.
La formación de este tipo de dunas exige vientos muy fuertes. De hecho, entre sus láminas se encuentran grandes conchas de peregrino (Pecten jacobaeus), de más de 10 cm de diámetro, lo que sugiere rachas cercanas a los 300 km/h. Pero para se formen campos de dunas es básico que exista un suministro importante de arena seca.
¿De dónde diablos pudo salir toda la arena que hoy se acumula en la Serra Gelada si enfrente sólo tenemos el mar?
Para explicar este aparente misterio, hay que tener en cuenta que durante el periodo Cuaternario (últimos 2.600.000 años) nuestro planeta ha experimentado numerosos cambios climáticos (25) relacionados con variaciones en la insolación solar debidos a cambios cíclicos de ciertos parámetros astronómicos de la órbita terrestre (ciclos de precesión, oblicuidad y excentricidad de la eclíptica). Durante las fases de menor insolación (glaciales), el nivel del océano global descendía alrededor de 100 m al acumularse el agua en los polos en forma de hielo. Durante las fases de mayor insolación (interglaciales), el nivel subía por fusión de dichos hielos.
Hace unos 90.000 años se inició la última fase glacial que hizo bajar el nivel de las aguas y dejó “al aire” grandes extensiones arenosas del fondo marino. De ahí salió la arena de las eolianitas que hoy encontramos adosadas a la Serra Gelada. Los vientos movilizaron la arena ya seca y originaron dunas que se fueron trasladando sobre la antigua plataforma continental hasta alcanzar el pie de la Serra Gelada. Una vez allí, los fuertes vientos forzaron su ascenso por el talud del acantilado.
El posterior aumento planetario de temperaturas, iniciado hace 18.000 años, provocó la fusión de los hielos polares con el consiguiente ascenso del nivel del mar que terminó erosionando y destruyendo la parte más baja de las eolianitas. La fusión continúa en nuestros días y, entre otras cosas, promueve el desplazamiento hacia el continente de la línea de costa y el consecuente estrechamiento de las playas.
La playa “fósil” del Soio se formó hace 100.000 años
En la cala del Soio y sus alrededores afloran restos de una antigua playa de edad tirreniense (100.000 años), situada 3 metros por encima del nivel del mar actual. En ella se observan numerosos y variados fósiles de algas calcáreas (rodófitas), serpúlidos, gasterópodos y bivalvos. Entre ellos destaca un caracol marino, Strombus bubonius, muy interesante ya que esta especie no vive ahora en el Mediterráneo y sí en las aguas más cálidas del golfo de Guinea en África. Así pues, Strombus bubonius es un indicador climático muy fiable y su presencia en los depósitos del Soio prueba que hace 100.000 años, durante la penúltima fase interglacial, las aguas del Mediterráneo eran más cálidas que en la actualidad y, en consecuencia, su nivel también era más alto.
La terraza marina tirreniense del Soio permite plantear un interesante debate acerca del cambio climático y la posible influencia y responsabilidad de la actividad humana en su desarrollo, debate que, en ocasiones, carece de la imprescindible objetividad científica. Es evidente que nos encontramos en una fase de calentamiento global, pero ¿es la contaminación humana la causa exclusiva de dicho calentamiento? Los Strombus del Soio responden con claridad: no.
Altea surgió de las aguas hace 18 millones de años
En numerosos puntos entre Altea y Callosa afloran arcillas, yesos, y rocas volcánicas y subvolcánicas del Keuper (Triásico Superior), de unos 225 millones de años de edad. En el subsuelo también se encuentran importantes volúmenes de sal. A lo largo de los siguientes 200 millones de años, toda la región estuvo cubierta por aguas de un mar en cuyos fondos se sedimentaron y apilaron unos 2500 m de rocas sedimentarias (fundamentalmente calizas y margas).
Hace 18 millones de años se produjo la colisión de la Microplaca de Alborán con el margen sureste de la Placa Ibérica, colisión que, con ayuda del empuje hacia el norte de la Placa Africana, terminaría originando la Cordillera Bética en que está incluida la provincia de Alicante.
Una de las consecuencias de dicha colisión es que propició el desarrollo de un importante fenómeno diapírico en la región de Altea-Callosa. Un diapiro es una masa de sal que, debido a su baja densidad y a su capacidad de fluir, tiende a ascender elevando y perforando los materiales que se le superponen.
En aquel momento, hace 18 millones de años, las sales del Keuper se movilizaron y ascendieron diapíricamente elevando el fondo marino y convirtiendo lo que actualmente es Altea y su bahía en una isla. Así que lo que hoy es la depresión de Altea-Callosa era hace 18 Ma una cúpula, de más de 2000 m de altura, que unía Bernia y el Ponoig. La cúspide de dicha cúpula era inestable y desde ella se deslizaron grandes bloques (olistolitos) que se depositaron en el fondo marino circundante. Ifach, la cumbre de Oltá y Tárbena son ejemplos de esos bloques deslizados. El posterior levantamiento orogénico de la cordillera, provocó la elevación de los antiguos fondos marinos incluidos los olistolitos.
La solubilidad de sales y sulfatos y la alta erosionabilidad de las arcillas, hicieron que la antigua cúpula se fuera destruyendo y en la actualidad sólo se conservan sus márgenes más resistentes (Bernia y el Ponoig). Buena parte de la traza circular del antiguo diapiro de Altea, una de las mayores estructuras diapíricas de Europa, se encuentra hoy en día cubierta por las aguas del Mediterráneo.
Galerías fósiles construidas hace 100 millones de años por crustáceos “ingenieros”
En el rincón de El Albir afloran calizas marinas depositadas hace 100 millones de años (durante el Cretácico inferior). En ellas se observan frecuentes galerías fósiles decimétricas, sinuosas y muy peculiares, que fueron excavadas en el sedimento del antiguo fondo marino posiblemente por algún crustáceo. Dicho organismo seleccionaba cuidadosamente determinados restos esqueléticos de su entorno (fragmentos de bivalvos y gasterópodos y caparazones de orbitolinas) y con ellos tapizaba el interior de la galería que habitaba. Al igual que hacen los ingenieros cuando construyen un túnel, nuestro organismo revestía sus galerías, imbricando las piezas recogidas de forma precisa con el objetivo de maximizar la resistencia de su vivienda y evitar su desplome.
Se trata de un nuevo género y especie de traza fósil al que bautizamos con el nombre de Ereipichnus geladensis (Ereipia, significa en griego, restos; geladensis, de Serra Gelada). Lo que confiere un valor especial a este lugar es que galerías de estas características no se han encontrado en ningún otro punto del planeta. Parece que el tipo de organismo responsable de su construcción sólo existió hace 100 millones de años en esta región.
Hace 225 millones de años, un volcán entró en erupción en el Cap Negret
El Cap Negret es un afloramiento de rocas volcánicas basálticas oscuras (de ahí el nombre del cabo) formadas en una erupción que tuvo lugar aquí hace unos 225 millones de años. Lo que hoy vemos son los restos de lo que fuera un edificio volcánico mucho mayor.
Las características de estas rocas apuntan a una erupción explosiva submarina que tuvo lugar en aguas poco profundas. La erupción debió ser muy violenta, debido a la brusca vaporización del agua de mar cuando la lava, a muy alta temperatura, entró en contacto con ella.
Las rocas contienen algunos minerales peculiares, como pistacita, prehnita, granate y especularita, formados por metamorfismo submarino, al reaccionar la lava en consolidación con los iones de aguas marinas de alta salinidad.
Hace 225 millones de años, la Tierra tenía un aspecto muy diferente al actual: sólo existía un supercontinente, Pangea, y un único océano, Pantalassa. En aquellos tiempos, casualmente, la bahía de Altea estaba situada no muy lejos de la orilla oriental de una Pangea que, en esos momentos, comenzaba a desgarrarse en los grandes fragmentos que terminarían dando lugar a los continentes actuales. A través de aquellas fracturas profundas ascendieron magmas basálticos responsables de las importantes erupciones volcánicas que jalonaban las líneas de rotura. La inmensa mayoría de los volcanes se destruyeron por erosión y muy pocos se preservaron, uno de ellos es el de Cap Negret.
Además, esta región fue uno de las zonas por las que se inició la fracturación del supercontinente. Se puede afirmar que las rocas volcánicas del Cap Negret evidencian la rotura y fragmentación de Pangea iniciada hace 225 millones de años.
A la vista del indudable interés de estos lugares, resulta inevitable concluir que las autoridades competentes deberían hacer todo lo posible por (re)conocer, poner en valor, proteger y difundir el interesantísimo patrimonio geológico de la Bahía de Altea y su entorno.